Cuántas veces hemos dicho: “No tengo tiempo.” Pasamos por la vida desconociendo la sabiduría de vivir el instante. Esclavos de la materia y sus sistemas: el trabajo, el dinero, las múltiples obligaciones, etc. que nos absorben la vida rápidamente. De jóvenes, ansiamos el futuro y de viejos, añoramos el pasado. La filosofía iniciática afirma que “La verdad es lo desconocido de instante en instante”.
La falacia de correr tras el tiempo
Sentimos que es imposible capturar el tiempo y por lo tanto la finitud de la existencia nos hace torturarnos ante la idea de que no podremos obtener todo lo que quisiéramos, ni hacer todo lo que anhelamos.
En la antigüedad ese temor no existía; pues cada persona respetaba pacientemente los tiempos de la naturaleza. Es así que los antiguos agricultores se guiaban por el calendario lunar y al no haber industrialización los procesos eran mucho más lentos. Un zapatero por ejemplo tardaba meses en terminar de hacer un solo par de zapatos o se tardaban siglos en construir una Iglesia. El paradigma de aquella época sin ciudades ni aglomerados demográficos y mucho menos industrialización y tecnología; daba otro sentido a la felicidad y su valor estaba puesto en la perdurabilidad del espíritu; frente a lo efímero de la materia.
“¡Oh Señor, a qué hemos llegado!, que lloramos los daños temporales y por una pequeña ganancia trabajamos y corremos y el daño espiritual se pasa en olvido “ Tomas de Kempis
El sentido del asombro
La comodidad de la vida cotidiana y su rutina nos adormece los sentidos tanto físicos como las facultades internas que cada quien posee.
El tiempo, está construido de instantes que dedicamos a los sistemas del mundo, que pasan sin extraerles su valor concientivo. Cuando capturamos la conciencia de este instante, aquí y ahora, extraemos la importante enseñanza que él mismo ha venido a entregarnos.
Si nuestra conciencia duerme y no nos percatamos de la sabiduría de la instantaneidad, habremos pasado por el tiempo tristemente.
Los niños que con su entusiasmo, encuentran pequeños milagros para jugar a cada momento, nos demuestran lo dormida que tenemos nuestra conciencia.
La rutina del tiempo, y su mecánica alienante nos hace perder nuestro sentido del asombro, ya nada nos maravilla, ni nos llama la atención.
Vivir el momento, es percatarse que en cada instante hay algo nuevo por descubrir de nosotros mismos y del mundo que nos circunda y que sólo depende de nosotros aprovecharlo conscientemente o, permitir que pasemos por el tiempo de la vida sin haber aprendido nada .
Quien vive el instante, atento y consciente de sí mismo aquí y ahora, amplía su sentido del asombro…
“El sentido del asombro nos permite vivir más intensamente la autoobservación.” V. M. Lakhsmi.
Cómo extraer la sabiduría del instante
Preguntaron en cierta ocasión a Buda “¿Quién es un Hombre Santo?” y Buda respondió: “Cada hora se divide en cierto número de segundos, y cada segundo en cierto número de fracciones. El santo es en realidad el que es capaz de estar totalmente presente en cada fracción de segundo“.
Aprender a desarrollar el sentido de la autoobservación a través de la sencilla práctica de la clave de Sol es la mejor manera de aprovechar el instante.
Práctica:
Se debe empezar por dividir la atención en tres partes: sujeto, objeto, lugar.
Sujeto: responde a la pregunta ¿Quién soy?en íntima recordación de sí mismo; sin olvidarse de sí, ante ningún acontecimiento.
Objeto: responde a la pregunta ¿Qué estoy haciendo? Sin identificarse con cosa o circunstancia alguna.
Lugar: responde a la pregunta ¿Qué lugar es éste? Observar el lugar detalladamente, preguntarse a sí mismo ¿Porque estoy en este lugar?
Quien realiza esta triple división de la atención en sujeto, objeto y lugar consigue aprovechar la sabiduría del instante, pues despierta conciencia, se descubre a sí mismo y evita caer en el error.
Si estás interesado en profundizar sobre estos temas para aprovechar el instante, te invitamos a nuestros cursos libres y gratuitos de autoconocimiento.